
Nos conocimos en 2002, cuando había dejado México para comenzar a trabajar en una agencia de la
ONU en Ginebra. Virginia es una de estas personas que te cae bien instantáneamente, desde la
primera sonrisa y el primer “hola, ¿qué tal?”. Me gustaba su energía, su dinamismo, su inteligencia,
su gran corazón. Poco tiempo después se regresó a su Bilbao natal para continuar sus estudios,
sacando su doctorado y perdimos contacto durante varios años.
A través de una amiga en común, le llegó mi primera novela y me contactó para felicitarme y decirme
lo que le pareció. Retomamos nuestra amistad y cuando se enteró de que estaba escribiendo mi
segundo libro, no dudó en ofrecer su ayuda. Así es ella, ¡generosa y siempre lista para apoyar!
En mayo 2020, terminé el primer borrador de “Querido Miércoles” y Virginia comenzó la relectura.
Era la época de pleno confinamiento y ella se estaba preparando para las oposiciones, un proceso de
selección para acceder a los puestos de trabajo de la administración pública. Me daba casi pena
imponerle aún más trabajo y más lectura encima de su ya saturada agenda. Sin embargo, ella acogió
estas tareas adicionales como una agradable distracción cuando tomaba sus descansos del estudio.
Cada semana le mandaba unos capítulos; ella los revisaba, anotaba las incoherencias, sugería
cambios, corregía los errores gramaticales, tipográficos y otros para devolverme los documentos en
“track changes”, antes de nuestras discusiones dominicales en Zoom. Nuestras discusiones
semanales no solamente eran muy productivas, sino que también estaban llenas de momentos de
muchas risas. Encontramos una oportunidad de fortalecer nuestra amistad y nos dimos cuenta hasta
qué punto tenemos intereses y valores en común.
A fines de agosto terminamos con las últimas relecturas y consideramos el manuscrito listo para las
siguientes fases.
A través de correos electrónicos la mantuve al tanto de los avances y ella me daba las noticias por su
lado.
No cabe duda de que la pandemia ha sido y sigue siendo un golpe muy duro para el mundo entero, y
un elemento devastador en nuestras vidas; sin embargo, como en casi toda situación, por más
complicada y difícil que sea, nos regala momentos preciosos y la oportunidad de compartir, ayudar,
apoyar, y crecer juntos.
Querida Virginia: extraño nuestros zooms dominicales. ¡Tu contribución a mi segundo libro es de un
valor inestimable y tu amistad y generosidad no tienen precio! ¡Mil gracias por haber dedicado
tiempo y esfuerzos de manera onerosa a este proyecto y convertirte en el hada madrina de mi
segundo bebé literario! ¡Te quiero inmensamente!